La cortina de humo no disimula enojos.

No sabés, Clarita. No sabés. Me acuerdo como si fuera ayer, mirá. Tanto tiene que sufrir una. Porque viste que soy voluntariosa, ¿no? Sí, sí. Ya sé que dicen que soy terca. De puro envidiosos, nomas. La cuestión es que vengo acordándome seguido. Me vino a la mente el doctor ese, el que era medio galán. Su pinta tenía, sí. Bueno, más bien me acuerdo de él por tarado. Recién cuando dejé de tomar las pastillas, las chiquitas, ésas, las que me caían para el tujes, recién ahí se dio cuenta de decirme que no las podía dejar de sopetón, que tenía que ser gradual. ¡Dos semanas hacía que no las tomaba! Un hijo de puta comerciante, eso es lo que era. En ese momento no me daba cuenta. De nada, eh. No me daba cuenta de nada. Estaba medio boluda. No era por…
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